27.4.10

Libre en territorio de refugiados


Me sentí libre en el campo de refugiados de Dajla, qué sensación tan extraña, tan contradictoria y sin embargo, tan real. Hace solo un mes de nuestro viaje y he empezado a entrever que si me sentí libre allí, es porque aquí soy, en cierta manera, una refugiada.

Refugiada de la prisa, de la falta de aliento, del desánimo, de la fealdad multicolor, de las miradas grises, de muchas palabras vacías, de la asepsia ponzoñosa.

Refugiada de la complejidad cómplice del asesinato de la vida, del consumo obsceno, de la de los febriles y apáticos intereses, de las mentiras hermosamente vestidas.

Refugiada de los sueños rotos por un mundo que promete la posibilidad de lo imposible, de las promesas incumplidas, de las pequeñas traiciones diarias.

Refugiada de los paisajes de asfalto, de la naturaleza domesticada, de las guaridas de ladrillo con oscuros sótanos.

Refugiada de las miradas que juzgan y prejuzgan, de tanta información interesada, de la sobreinformación que nos asfixia, de los monólogos sucesivos, de la comunicación embrollada en las redes enredadas del “comomolo” existencial, de la impotencia de mi pequeñez.

Refugiada de la desnudez de mi propia verdad… o su sombra.

Vuelta sobre el propio ombligo, esa postura ensimismada que tanto ha deleitado a Occidente durante siglos.

Lejos, y ahora cerca, los otros refugiados, los que casi nada material poseen. Los que comparten tórridas horas bajo un sol implacable, los que permanecen unos junto a otros sin grandes discursos, los que con la dignidad y el heroísmo que otorga saber que nada hay que perder, permanecen unidos con una única esperanza que se alza en el grito único y silencioso de miles de voces que reclaman lo que la avidez de unos, la desidia de otros y la cobardía de la mayoría les han negado durante estos últimos treinta y cinco años.

Nuestro viaje ha sido como traspasar el espejo de Alicia, el tiempo allí no valía lo mismo, la lógica del consumo dejaba paso a la lógica de la emoción –más contradictoria- pero por ello también, más humana. Siempre voy a tener grabadas en mi memoria y en mi corazón, vuestras miradas, vuestras sonrisas…

Gracias por un viaje inolvidable.

                                                MCruz

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